Sin duda mi destino favorito cuando se trata de nuevos sabores. Pasteles y pastelillos, tartaletas, donas, bombones y trufas por doquier. Miles de aromas y sabores que se entremezclan frente a mis pupilas, viajan a través de mi olfato hacia mis papilas. Son las dos de la tarde y esto es más que irresistible, me creo esa sensación de urgencia por probar un pedazo de delicia. Virginia, la empleada que atiende a esa hora, coje dos manzanas de mazapán delicadamente y las pone sobre una servilleta, me mira, me sonríe, y da media vuelta sobre su sitio buscando el tesoro perdido. Divisa a lo lejos la gracia celestial y le brillan los ojos, camina rápidamente hacia el y descubre el cáliz que contiene tan maravillosa arena dulce. Espolvorea ligeramente mis dos pequeñas manzanitas y me sonríe de nuevo, luego estira su cortísimo brazo y me muevo para acercarme, pero ella lo hace primero. Por fin tengo mis frutos en mis manos, mis dedos se llenan de dulzura y mis labios saborean la gloria. Una sonrisa inconsciente se dibuja en mi rostro, dejé la actuación hace muchos años y esto es lo más real que encontraran de mi. Virginia me sonríe de nuevo y esta vez suelta una pequeña risita que me contagia. Le devuelvo ese gesto de dulzura, todo está empapado de ello en este lugar, guiñándole el ojo. Salgo de la tienda y me doy cuenta de que ya he acabado con las dos replicas del fruto prohibido. Deseo más, pero no vuelvo a entrar. Me detengo en el portal, bajo el marco de una puerta que brilla embarnizada, un paso estancando sobre un tapete verde que dice "welcome", una pierna sujetada por la gravedad que ya conoce la luz del pleno día. Cruzo el umbral y no llego a identificar lo que sucedía afuera. Este no es el lugar en donde vivo, o si lo es?
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Hace 2 años
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