domingo, 6 de noviembre de 2011

Payaso

Sólo borremos la sonrisa del payaso y listo!
Ahora apreciemos su tristeza, que profundidad!
Y sus ojos con el delineador chorreando, arte! arte!

La palabra muda del idiota y el orgullo de la viuda que viene a recoger el cuerpo descolorido de su marido. Algunos billetes de soles caen del bolsillo del pantalón de rayas rojas. La mujer recibe el saco de botones gigantes doblado por la mitad, la rojiza nariz felpuda y una flor marchita.

Ella se acerca a oler el cuello del difunto y murmulla. Le tira una cachetada y le sonríe.

¡Payaso! le grita.

El Beso

Disculpa no quise ofenderte. No, no te preocupes no pasa nada. No, sí pasa, en verdad no era mi intención. Está bien, si dices que no quisiste hacerlo te creo. Lo digo en serio, en ningún momento pensé en que lo podías tomar a mal. No me lo tomo a mal, de verdad, entiendo que no tenías ninguna mala intención y ya, todo normal. Lo siento, qué puedo hacer para que te sientas mejor. Me siento muy bien, gracias, no tienes de qué preocuparte. Me preocupo, no te puedo dejar así como estás, con el ánimo hasta el suelo, el estómago revuelto, esa expresión en tu cara. Qué expresión en mi cara, me siento bien, ¡todo está bien! Cómo puede todo estar bien. Está todo bien porque es como si no hubiera pasado nada, no tengo el ánimo hasta el suelo, no tengo ninguna expresión extraña y mi estómago funciona muy bien, gracias. Ves, estás molesta. Me estoy molestando. Te estoy molestando. Me estás molestando. Lo sabía. Si lo sabes mejor deja de hablarme, y ahí lo dejamos, ¿está bien? No, no está bien, no te puedes ir así. Si puedo, y me voy a ir. ¡No! Adiós. No, no, no, así no. Entonces cómo. No voy a dejar que te vayas. ¡¿Qué haces?! Perdón. (Silencio) ¿Por qué lo hiciste? Hacer, ¿qué? Lo que hiciste, por qué lo hiciste. Yo no hice nada. Claro que sí, me diste un beso. Ah, eso. Sí, eso. Ah, el beso. El beso. Disculpa, no quise ofenderte.