miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sam

La primera vez que soñé con Sam ya lo conocía. Era mi mejor amigo. Yo tenía 10 años, él como 20. Vivía en Barranco, en el cruce donde empiezan (o terminan) las avenidas Bolognesi y Grau. Su casa era una típica casa barranquina de los 60's, de color verde pastel y ventanales cuadrados con fierros pintados de blanco. No recuerdo bien, pero probablemente había un Volkswagen escarabajo estacionado en la puerta.

Sam casi nunca hablaba y, cuando lo hacía, yo no podía escuchar su voz. Siempre iba adelante y yo atrás, casi a dos metros de distancia. Siempre yo en visión subjetiva y él en todos los planos que mi campo visual pudiera captar. Pantalón de jean oscuro, chompa azul, el pelo recortado algo despeinado. Iba tranquilo, caminaba sereno, seguro, a paso calmo. Relajado.

La segunda vez que soñé con Sam estaba distante, los dos metros ya eran cinco y parecía no importarle que yo iba detrás de él, siguiéndolo, yendo a donde el iba, a paso veloz para que no me dejara, para que no desapareciera.

La tercera vez Sam no estaba, fui a buscarlo a su casa pero no toqué el timbre. Me quedé parado en la vereda de afuera viendo hacia la ventana. Lo vi dentro de su casa, pero no hice nada.

La cuarta vez Sam no existía. Fui de nuevo a su casa pero ya no había nadie.

No hubo quinta vez, pero sí una primera vez despierto, en la realidad común, con los ojos abiertos. Fui a Barranco a buscar la casa de Sam y la encontré. Todo ocurrió muy parecido al tercer sueño, pero, cuando estaba a punto de estar seguro que lo que tenía al frente era su casa, lo olvidé. Olvidé a Sam, su chompa azul, el Volkswagen en la puerta, la distancia de dos metros y las palabras que nunca escuché.

El Sam que recuerdo se parece a quien soy ahora.

Yo me parezco a Sam, el Sam que soñé hace 12 años.