lunes, 23 de enero de 2012

La mirada del niño

El sol se esconde detrás de la mirada inocente de aquel niño.
Ese niño que tiene mi sonrisa y guarda la marca de una herida debajo de su camisa azul.
La camisa que le regaló su hermano cuando cumplió 6 años.

Seis historias le han contado acerca de la muerte de su padre.
El recuerdo que tiene de él da más vueltas que los autos en una autopista en espiral.
Y su cabeza sólo recuerda que no sabe nada en absoluto.
Y que lo absoluto de la cosas en su vida siempre ha sido el azar.

La tarde llega y los rayos de ese sol remanecen.
Es el brillo permanente de un recuerdo que se ha quedado en el horizonte para siempre.
Lo siento, no sé cómo explicarlo.
Tengo miedo, no sé cómo intentarlo.
Auxilio, necesito de un amigo.
Amigo, si estás ahí, ven conmigo.

Claro está, abrí los ojos y encontré un par de ilusiones.
Ambas disueltas sobre un río rojo de caudal impaciente.
Los ojos de mi madre terminaban al inicio del puente.
Y mi muerte, iniciaba el camino de regreso a mi infancia.

¿Será que ese niño de camisa azul soy yo?
¿Será que esas seis historias sobre mi padre no son mas que eso?

El dolor de cabeza empezó y me recosté un momento sobre el gras.
Mi cien izquierda dio sobre una piedra fría.
No me moví. Mi piel nunca se sintió resentida.
Muy por el contrario, de pronto todo lo comprendí.

Estuvo claro desde siempre, y lo está desde entonces.
Ese brillo permanece en la mirada del niño.
Ese auxilio que espera se va.
La muerte no existe.
Mi madre aún no ha nacido.
Mi padre no está.

Ese niño soy yo.