
jueves, 28 de agosto de 2008
Sangre

Circundante

sábado, 23 de agosto de 2008
Sin Título (2)
miércoles, 13 de agosto de 2008
Try Again
Remember this place
The taste of a coffee cup
Good days are not longer
Can we just try again?
Try again
Can we just try?
Remember my shirts
Remember your dress
Sin Titulo (1)
sábado, 9 de agosto de 2008
domingo, 3 de agosto de 2008
From The Note Block Part.1
The Sin
"El Gato" Cortéz
Desperté a las tres de la madrugada levantado forzosamente por los ruidos provocados por un gato callejero que logró burlar la seguridad de la casa. Un jarrón hecho trizas sobre el parqué que Marita había lustrado toda la tarde; el agua que llevaba empozada semanas dentro del jarrón se había convertido en un charco verdusco, alcanzó parte de la alfombra y eso fue lo que irrito a Cándida. "Maldito gato!", pero este ya se había marchado, seguramente sin importarle las consecuencias de su acto de fechoría, gatos malechores, ladroncillos de madrugadas. Hace un tiempo le había comentado a Marita para comprar un perro, se quedó en un comentario como todo lo que le digo o le propongo, por el bien de esta familia. "¿Un perro?, ¿acaso te has vuelto loco?!". No se que veía de malo en tener uno, pero estaba claro que no lo quería, no le volví a mencionar el tema. Un ruido vino de la cocina. Una sombra provocada por un lamparín, parpadeo como un flash, pensé que le habían tomado una fotografía a alguien, pero luego lo dude, no era ni el momento ni el lugar. Cándida gritó. "Gato endemoniado! ahora vas a ver!" Para sacar al felino me necesitaba, eso estaba claro "Antonio, Antonio!, ven ahora, trae la escopeta!" Marita estaba apoyada sobre uno de los muros a la entrada de la cocina, se reía con tal ligereza, como si fuese una apasionada espectadora de una película de comedia, o acaso se sentía como en un circo, en todo caso, Cándida era la más bromista, o un payaso haciendo malabares. Y si que tenía equilibrio, sujetaba una escoba con una mano y en la otra llevaba una manta que sacudía velozmente con ánimos de dictador. Todo este espectáculo sobre un escenario de cuatro patas que se tambaleaba con el peso de la robusta anciana.
Cuando entré no había gato ni sombra del gato, Cándida se erguía sobre la silla con los ojos cerrados, dejó de agitar el mantel cuando se dio cuenta de que yo había ingresado. Marita regreso a su posición y se detuvo detrás mio, Cándida ya estaba un poco más calmada, al menos eso me hacia creer. Apoyó la escoba contra la pared y dejo la manta sobre la silla, no sin antes sacudirla y doblarla en cuatro partes. Otro pequeño ruido. Esta vez parecía venir de uno de los compartimientos de la alacena. "Antonio has algo!" Hice un ademán con las manos para que se callara, acerque mis labios a Marita y le dije que se llevara a su tía a la sala, que aquí solamente estorbaba. Esto último no se lo dije, claro.
Marita sujetó a su tía del brazo y esta dio un salto acompañado de un leve suspiro, al parecer fue un pequeño susto. Cándida no quería salir de la cocina, pero Marita pronto la convenció diciéndole que yo le prometí matar al gato. ¿Matarlo? un animalito como ese no se merece la muerte. Seguro entró a la casa en busca de alimento, algo para comer, un abrigo y un poco de calor para apartarse de frialdad de las calles, de la mala noche, de esa oscuridad tenebrosa a la que yo también le tenía miedo.
sábado, 2 de agosto de 2008
Tiempo de Arguett
Sin duda mi destino favorito cuando se trata de nuevos sabores. Pasteles y pastelillos, tartaletas, donas, bombones y trufas por doquier. Miles de aromas y sabores que se entremezclan frente a mis pupilas, viajan a través de mi olfato hacia mis papilas. Son las dos de la tarde y esto es más que irresistible, me creo esa sensación de urgencia por probar un pedazo de delicia. Virginia, la empleada que atiende a esa hora, coje dos manzanas de mazapán delicadamente y las pone sobre una servilleta, me mira, me sonríe, y da media vuelta sobre su sitio buscando el tesoro perdido. Divisa a lo lejos la gracia celestial y le brillan los ojos, camina rápidamente hacia el y descubre el cáliz que contiene tan maravillosa arena dulce. Espolvorea ligeramente mis dos pequeñas manzanitas y me sonríe de nuevo, luego estira su cortísimo brazo y me muevo para acercarme, pero ella lo hace primero.
Por fin tengo mis frutos en mis manos, mis dedos se llenan de dulzura y mis labios saborean la gloria. Una sonrisa inconsciente se dibuja en mi rostro, dejé la actuación hace muchos años y esto es lo más real que encontraran de mi. Virginia me sonríe de nuevo y esta vez suelta una pequeña risita que me contagia. Le devuelvo ese gesto de dulzura, todo está empapado de ello en este lugar, guiñándole el ojo. Salgo de la tienda y me doy cuenta de que ya he acabado con las dos replicas del fruto prohibido. Deseo más, pero no vuelvo a entrar. Me detengo en el portal, bajo el marco de una puerta que brilla embarnizada, un paso estancando sobre un tapete verde que dice "welcome", una pierna sujetada por la gravedad que ya conoce la luz del pleno día. Cruzo el umbral y no llego a identificar lo que sucedía afuera. Este no es el lugar en donde vivo, o si lo es?






