viernes, 18 de enero de 2008

Intensidad (1)

Nunca entendí nada de nada. Ni de letras ni de números ni de lo que necesitaba menos lógica. Ignoré por miles de años el placer. Todo parecía tan insípido, tan desolado, tan falto, de todo. Había echado a suerte la libertad del paladar. Había condicionado mi existencia a la gracia de las cosas. Y me abandoné. Encerrado bajo un plano desértico y sobre la oscuridad vertiginosa. Tiré algunas piedras y luego caí. Por la madrugada, la sal, la tinta azul corriendo por el agua. Y extrañaba. Los trajes negros, los lentes oscuros y los ramos de flores. El olor a muerto.

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