Hoy te veo dormido y te hago dueño de un pensamiento tan infinito, tan puro que no puedo comprender. He intentado. Me he rendido y me he dado otra oportunidad. Me he quitado el sueño a golpes en el alma y unas que otras cachetadas. Cuando cae el sueño caigo en la cama, sobre la única almohada que sostiene todo mi pensamiento. Ese universo donde reina algo o alguien de nombre Subconciente. Que tipo o cosa para mas inconciente. Me duermo y me despierto y lo vuelvo a hacer. Es un bis constante. Al menos no me muero en el acto. Al menos logro conciliar el alma y el cuerpo.
Las horas pasan y las gotas de saliba se van sumando dentro de mi boca. Se pegan como goma y se deslizan como el aceite en una sarten caliente. Ya más sueltas se van cuesta abajo hasta el surco izquierdo o el derecho de mis labios. Mis labios que se entre abren y las gotas de baba que ven la salida. Y de pronto todas juntas empiezan a caer. En la almohada suave, la misma que amortigua los casi 9 kilos entre cráneo, cerebro e ideas. Es la misma que se embarra, la misma que se entrega cada madrugada a la dificil tarea de comprender el por qué de mis desvelos y mi falta de sueño.
Al iniciar el siguiente día, la borra de la baba está húmeda todavía. Cierro los labios, doy uno o dos suspiro. Templo los huesos, estiro los músculos. Abro los ojos y veo la luz. De pronto sonrio y me seco la boca. La baba que toca, la saliba que se seca. Las ideas que se quedan en el sueño. El sueño que cuesta pero llega a fluir, como la baba en la almohada. Como el cuerpo sobre mi cama.
1 comentario:
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.
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