sábado, 19 de febrero de 2011

Yukio Mishima

Yukio Mishima, de verdadero nombre Kimitake Hiraoka, nació en 1925 en el seno de una familia acomodada, descendiente de un clan samurai de la era Tokugawa. Mostró grandes aptitudes para la literatura desde muy joven y pronto se convirtió en un escritor de éxito a pesar de la oposición de su padre. Escribió multitud de novelas abarcando los más variados estilos (con unos títulos tan sugerentes como Kafka en la orilla, Confesiones de una máscara o El Mar de la Fertilidad), así como ensayos y obras de teatro Kabuki y No. Cabe destacar que, dada su complejidad, después de Mishima nadie ha vuelto a ser capaz de escribir obras de teatro Kabuki.

Mishima tenía una personalidad perfeccionista y obsesiva. A los 30 años decidió cultivar su cuerpo y empezó a practicar culturismo y artes marciales. Llegó a ser un gran campeón de Kendo y participó como actor en varias películas de época. Denunció la decadencia de la sociedad japonesa y propuso un retorno a los valores tradicionales con el Emperador como principal figura gobernante. También formó un pequeño ejercito personal, la Sociedad del Escudo, que llegó a tener casi 100 miembros.


Estuvo nominado al premio Nobel de literatura en tres ocaciones, perdiendo en la última ocasión frente a otro escritor japonés: Yasunari Kawabata. Esta derrota desencadenó los hechos que desembocaron en su suicidio.

Ya que tendrían que pasar muchos años hasta que concedieran el nobel a otro japonés, Mishima decidió que no valía la pena esperar y planificó su suicidio. En su última semana organizó una exposición de fotografías en las que exhibía la perfección de su cuerpo y entregó el manuscrito de su última novela. En su último día, el 25 de Noviembre de 1970, se dirigió junto a cuatro miembros de su ejercito personal a la base oriental de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Allí secuestraron al comandante en jefe y se pertrecharon en su despacho. Desde un balcón, Mishima pronunció su último discurso en el que reclamaba la restauración del poder Imperial.


A continuación se suicidó con una katana histórica de 400 años de antigüedad. Fue decapitado ritualmente por uno de sus subordinados, que se suicidó a continuación. Todos los detalles llevaban preparados desde al menos un año antes e incluso tuvo el detalle de dejar dinero a los miembros de su ejercito para costearse los juicios. Así acabó la vida de este personaje peculiar, mezcla de genio y loco.

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