martes, 12 de mayo de 2009

Sospecha

El color lo delata. Su mirada no tiene descanso. Suelta unas cuantas lágrimas y se deja caer en llanto. Se encoje de hombros. Se observa a si mismo. Sus gestos son blandos, no fuerza ni arruga su frente, aún con pena o sin ella, no deja de mirar de frente. El rojo lo carcome. Profundiza su herida. Sus labios no tiemblan, mantienen aguda firmeza a pesar del dolor, a pesar del ridículo y la verguenza. Se monta en un traje de gala. Un bate de beisbol en la mano, un palillo de colores y un chicle de menta en los labios. Una mordida suave. Un primer paso silencioso. El odio corre a través de la sangre y la rabia le revienta en los ojos. ¡Qué empiece el show!

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