Regresar es mi pasatiempo favorito. Regresar siguiendo las huellas de sal de mar es casi igual de peligroso que borrar las manchas de sangre después en empuñar un puñal en tu espalda a espaldas tuyas. Regresar es tanto y tan poco que se me seca la piel de solo pensar en sí el sol y la luna estarán dispuestas a hacerme sombra y luz. El viento no importa, no es necesario; tengo cobijo suficiente para sobrevivir con esta chaqueta nueva que llevo puesta. Ante el frío en posición fetal, ante el calor me abro todo sin pudor. Me lleno de arena, me lleno de agua, de sal, de azúcar, de sombra y de luz. Me lleno también de olvido y de recuerdos. ¿A dónde me lleva regresar? Es un paso atrás y otro adelante. El compás. Sígueme el paso y todo estará bien me dices. Te sigo a donde quieras si me aseguraras unos días más de vida, si me jurarás que cuando diga que quiero morir me muriera. Regresaría sólo si en tus ojos pudiera ver el reflejo del mar y si tus pies estuvieran húmedos dejando huellas sobre el parqué; si tus manos estuvieran heladas sujetando mi cara, tus dedos tocando mis labios. Si la sangre estuviera tiñendo tu polera blanca de rojo, si estuvieras cayendo de rodillas al suelo de espaldas a mi, y yo a espaldas tuyas, detrás tuyo, como siempre. Querida. Regresar sigue siendo mi pasatiempo favorito para estos días de invierno, incluso cuando el eco me recuerda tu grito, regresar sigue siendo mi pasatiempo favorito.
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Hace 2 años
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