domingo, 16 de octubre de 2011

Inquilino en la Habitación 305

Tu presencia se hace extraña y se hace extrañar. Se oculta justo al centro, en el intento de curvatura de una nariz perfilada. Un poco quemada por el frío, un poco seca por el sol. Justo al centro más abajo, es donde ocurren muchas más de aquellas cosas. Se presenta con desesperación el rojizo corazón. Sincero y bonachón, pero algo despiadado. Las heridas lo han dejado, algo cojo, algo manco. Algo desamparado. Olvidado-se de la palabra compasión. Se irrita fácil ante un suspiro artificial, se pone azul, respira y suspira. Delira con locura, así que mucho cuidado, podría perder la cordura.

La borra de la baba

Hoy te veo dormido y te hago dueño de un pensamiento tan infinito, tan puro que no puedo comprender. He intentado. Me he rendido y me he dado otra oportunidad. Me he quitado el sueño a golpes en el alma y unas que otras cachetadas. Cuando cae el sueño caigo en la cama, sobre la única almohada que sostiene todo mi pensamiento. Ese universo donde reina algo o alguien de nombre Subconciente. Que tipo o cosa para mas inconciente. Me duermo y me despierto y lo vuelvo a hacer. Es un bis constante. Al menos no me muero en el acto. Al menos logro conciliar el alma y el cuerpo.

Las horas pasan y las gotas de saliba se van sumando dentro de mi boca. Se pegan como goma y se deslizan como el aceite en una sarten caliente. Ya más sueltas se van cuesta abajo hasta el surco izquierdo o el derecho de mis labios. Mis labios que se entre abren y las gotas de baba que ven la salida. Y de pronto todas juntas empiezan a caer. En la almohada suave, la misma que amortigua los casi 9 kilos entre cráneo, cerebro e ideas. Es la misma que se embarra, la misma que se entrega cada madrugada a la dificil tarea de comprender el por qué de mis desvelos y mi falta de sueño.

Al iniciar el siguiente día, la borra de la baba está húmeda todavía. Cierro los labios, doy uno o dos suspiro. Templo los huesos, estiro los músculos. Abro los ojos y veo la luz. De pronto sonrio y me seco la boca. La baba que toca, la saliba que se seca. Las ideas que se quedan en el sueño. El sueño que cuesta pero llega a fluir, como la baba en la almohada. Como el cuerpo sobre mi cama.

Histrionismo

Imaginarme esto sin lo otro, y de repente una captación nula de tu imagen sobre mis ojos. El reflejo del futuro en un pedazo de recuerdo, casi histórico, casi tácito pero aún difícil al tacto. Algo recto quizás, pero no me mira. Sólo intuye. Persigue y se condensa. La constelación está perdida en el fondo de un morral, y tu histrionismo moral se expande, se divide, combustiona.

Te alejas, y de repente todo se vuelve llano. Áspero en mis labios, como la lengua de un gato sobre la piel de mi brazo. Y aún así no llega. Es más fácil perecer en un instante, ahogado y sofocándose por las calorías de una barra de chocolate con maní que esperar a que me digas que Sí. Así las horas. Así el murmullo. Así las rejas que se interponen entre el uno a uno. Eso ya no ocurre. 12 pisos de distancia y un pequeño subibaja. Que tontería. Eso no es poesía. Son retazos de mi alma en tu alma espolvoreados sobre la sombra de un retrete. Un cadete, una historia paralela. Un revolucionario, un rebelde. Un erudito que no sabe nada, que ni siquiera conoce la mismísima palabra. Pobre cómo ama, y ni sabe caminar. Pobre alma que no calma y le duele aún pensar.

sábado, 15 de octubre de 2011

Girando

Girar y hacer círculos sobre ti, y así verte sobre mi sobregirando mi piel, sobrevolando mi mente. Doy un giro y te miro, y cierro el circulo en tu vientre.