lunes, 12 de abril de 2010

707

Tomó la silla y la lanzó por la ventana. Cayó desde el piso siete a la pista, un carro se detuvo con una frenada brusca, la gente empezó a gritar y Carlos empezó a llorar por dentro. Estaba tembloroso y sudaba frio a pesar del calor que hacía en la habitación. Se sentó al borde de la cama, se llevó las manos a la cabeza y las bajó de inmediato, dejó su sudor sobre las sabanas blancas con estampados de florecitas rojas y luego las metió al bolsillo. Se quitó el saco y luego la corbata, la guardó en uno de los bolsillos. Buscó una cajetilla de cigarros rojos Seven en el bolsillo izquierdo del pantalón pero había una llave. Encontró la cajetilla en el bolsillo derecho, tomó uno y lo puso en su boca. Trató de encenderlo pero no tenía gas, buscó fósforos en la mesita de noche. Dejó el cigarro al lado del teléfono y se echó sobre la cama. Se quitó los zapatos con los mismos pies y creyó que podría dormir. A los siete minutos tocaron la puerta, un hombre gritaba -¡Abran la puerta!, ¡abran de una vez!- Se oía el murmullo de una mujer, seguramente la empleada de limpieza. Carlos se levantó rápidamente de la cama, se puso el saco y los zapatos y se acercó a la puerta. Dio una patada y luego abrió. El dueño del hotel se quedó mirándolo sin decirle una sola palabra, a su lado, una anciana vestida de negro le apuntaba con el dedo. Carlos dio un paso y los esquivó sin decir nada. Dio unos pasos más, se detuvo y volteó hacia el Sr. Millas -¿Algún problema?- La mujer se exaltó levemente y balbuceó lo que al parecer eran maldiciones, se calló, dio media vuelta y se fue. El Sr. Millas dio un largo suspiro, aspiro lentamente y sonrió –No, no se preocupe, no hay ningún problema-. Carlos caminó en línea recta por los pasillos. Entró al baño, se mojó la cara y se peinó. Sacó su corbata del bolsillo y se hizo nuevamente un nudo. Se miró al espejo y salió. Tomó el ascensor al primer piso y salió del Hotel Paris. Cruzó la avenida y vio el caos que había provocado el lanzar la silla en medio de la pista. Entró al Hotel Libertador, ignoró el recibimiento de los empleados del counter y siguió de frente. Llamó al ascensor pero subió por las escaleras. Detrás de él subía una mujer anciana vestida de negro gritándole que tenía que registrarse. Llegó a la habitación 707, sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta. Cerró con seguro y comenzó a dar vueltas, estaba nervioso. Tomó algo de aire, vio el reloj, ya era hora. Contó hasta siete con los ojos cerrados y los labios pegados. Tomó la silla y la lanzó por la ventana. Cayó desde el piso siete a la pista, un carro se detuvo con una frenada brusca, la gente empezó a gritar y Carlos empezó a llorar por dentro. Estaba tembloroso y sudaba frio a pesar del calor que hacía en la habitación. Se sentó al borde de la cama, se llevó las manos a la cabeza y las bajó de inmediato, dejó su sudor sobre las sabanas blancas con estampados de florecitas rojas y luego las metió al bolsillo. Se quitó el saco y luego la corbata, la guardó en uno de los bolsillos. Buscó una cajetilla de cigarros rojos Seven en el bolsillo izquierdo del pantalón pero había una llave. Encontró la cajetilla en el bolsillo derecho, tomó uno y lo puso en su boca. Trató de encenderlo pero no tenía gas, buscó fósforos en la mesita de noche. Dejó el cigarro al lado del teléfono y se echó sobre la cama. Se quitó los zapatos con los mismos pies y creyó que podría dormir. A los siete minutos tocaron la puerta, un hombre gritaba -¡Abran la puerta!, ¡abran de una vez!- Se oía el murmullo de una mujer, seguramente la empleada de limpieza. Carlos se levantó rápidamente de la cama, se puso el saco y los zapatos y se acercó a la puerta. Dio una patada y luego abrió. El dueño del hotel se quedó mirándolo sin decirle una sola palabra, a su lado, una anciana vestida de negro le apuntaba con el dedo. Carlos dio un paso y los esquivó sin decir nada. Dio unos pasos más, se detuvo y volteó hacia el Sr. Millas -¿Algún problema?- La mujer se exaltó levemente y balbuceó lo que al parecer eran maldiciones, se calló, dio media vuelta y se fue. El Sr. Millas dio un largo suspiro, aspiro lentamente y sonrió –No, no se preocupe, no hay ningún problema-. Carlos caminó en línea recta por los pasillos. Entró al baño, se mojó la cara y se peinó. Sacó su corbata del bolsillo y se hizo nuevamente un nudo. Se miró al espejo y salió. Tomó el ascensor al primer piso y salió del Hotel Paris. Cruzó la avenida y vio el caos que había provocado el lanzar la silla en medio de la pista. Entró al Hotel Libertador, ignoró el recibimiento de los empleados del counter y siguió de frente. Llamó al ascensor pero subió por las escaleras. Detrás de él subía una mujer anciana vestida de negro gritándole que tenía que registrarse. Llegó a la habitación 707, sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta. Cerró con seguro y comenzó a dar vueltas, estaba nervioso. Tomó algo de aire, vio el reloj, ya era hora. Contó hasta siete con los ojos cerrados y los labios pegados.

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