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Me desperté esa noche pensando que había dormido demasiado. Aún no era hora de despertarse. El reloj de mi cuerpo no había hecho conexión con mi mente. El despertador del celular estaba apagado. El sol abrió las ventanas, las hizo polvo atravesando las persianas. La sonrisa de un mono al costado de mi almohada cada mañana, me hace pensar que cada día es uno nuevo y es mejor que ayer.
Algunas de las cosas que dejo en mi mesa de noche se olvidan de mi, algunas de ellas no toleran mi intolerancia. Se corren de madrugada y se esconden. A veces pienso que es él o que es ella quienes guardan mis pastillas para no contaminarme mas el alma. Para que no me duela el corazón en la mañana. Como ese sueño, como ese insómnio, como caer ligero y paulatinamente sobre la cama estando dormido y sentir que te jalan fuerte de las piernas con todo y sábanas y tu te aferras al colchón con un grito sordo y nadie puede hacer nada.
¡Abuelo! ¿Dónde estás? ¡Abuela! ¿Ya te fuiste? ¡Vilmita! ¿Cómo no te vi? ¿Por qué no me despedí de ustedes? Llevo días, horas, ya son años, los que cuento para atrás y adelante. El momento de partida, el momento de encontrarnos. El momento del final y del comienzo de otra vida. De pasar de este lado de las cosas al otro lado de la vida. De vivir eternamente en un lugar fosforescente, donde siempre brille el sol, pero que no me de calor. Donde Monito siempre sonría y corra a abrazarme cada vez que abro la puerta de mi casa.
Esperaré ese día en cuando todo en lo que pienso se haga realidad. Cuando pueda drenar el veneno de mi alma y sacar el mal de mi mente. Ese día, cuando cruce el portal, cuando pueda caminar tranquilo to the other side.